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En aquel día, Yahvé, con su espada dura, grande y fuerte, castigará al leviatán, la serpiente que huye, y al leviatán, la serpiente retorcida; y matará al dragón que está en el mar.
En ese día, cántale: “¡Una viña agradable! Yo, Yahvé, soy su guardián. La regaré a cada momento. Para que nadie la dañe, la guardaré de noche y de día. No hay ira en mí, pero si encontrara cardos y espinas, ¡haría la batalla! Marcharía sobre ellos y los quemaría juntos. O bien, que se apodere de mi fuerza, para que haga las paces conmigo. Que haga las paces conmigo”.
En los días venideros, Jacob echará raíces. Israel florecerá y brotará. Llenarán de frutos la superficie del mundo. ¿Los ha golpeado como golpeó a los que los golpearon? ¿O los ha matado como mató a los que los mataron? En la medida en que los expulsa, contiende con ellos. Los ha eliminado con su áspera ráfaga en el día del viento del este. Por tanto, con esto será perdonada la iniquidad de Jacob, y éste es todo el fruto de la remoción de su pecado: que él haga que todas las piedras del altar sean como piedras de tiza desmenuzadas, de modo que los postes de Asera y los altares de incienso no se levanten más. 10 Porque la ciudad fortificada es solitaria, una morada desierta y abandonada, como el desierto. El becerro se alimentará allí, y allí se acostará, y consumirá sus ramas. 11 Cuando sus ramas se marchiten, serán cortadas. Las mujeres vendrán y les prenderán fuego, porque son un pueblo sin entendimiento. Por eso el que los hizo no tendrá compasión de ellos, y el que los formó no les mostrará ningún favor.
12 Sucederá en ese día que Yahvé trillará desde la corriente del Éufrates hasta el arroyo de Egipto; y ustedes serán reunidos uno por uno, hijos de Israel.
13 Sucederá en ese día que se tocará una gran trompeta; y vendrán los que estaban listos para perecer en la tierra de Asiria, y los que estaban desterrados en la tierra de Egipto, y adorarán a Yahvé en el monte santo de Jerusalén.