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Oh, que desgarres los cielos,
que bajaras,
para que las montañas tiemblen ante tu presencia...
como cuando el fuego enciende la broza,
y el fuego hace que el agua hierva.
Da a conocer tu nombre a tus adversarios,
para que las naciones tiemblen ante tu presencia.
Cuando hiciste cosas increíbles que no buscamos,
bajaste, y las montañas temblaron ante tu presencia.
Porque desde antiguo los hombres no han oído,
ni percibido por el oído,
ni el ojo ha visto un Dios aparte de ti,
que trabaja para él y que le espera.
Te encuentras con el que se alegra y hace justicia,
los que te recuerdan en tus caminos.
He aquí que te enojaste y pecamos.
Llevamos mucho tiempo en pecado.
¿Nos salvaremos?
Porque todos nos hemos vuelto como un impuro,
y toda nuestra justicia es como un vestido contaminado.
Todos nos desvanecemos como una hoja;
y nuestras iniquidades, como el viento, nos llevan.
No hay nadie que invoque tu nombre,
que se agita para agarrarte;
pues nos has ocultado tu rostro,
y nos han consumido por medio de nuestras iniquidades.
 
Pero ahora, Yahvé, tú eres nuestro Padre.
Nosotros somos la arcilla y tú nuestro alfarero.
Todos somos obra de tu mano.
No te enfades, Yahvé.
No te acuerdes de la iniquidad para siempre.
Mire y vea, se lo rogamos,
todos somos tu gente.
10 Tus ciudades sagradas se han convertido en un desierto.
Sión se ha convertido en un desierto,
Jerusalén una desolación.
11 Nuestra santa y hermosa casa donde nuestros padres te alabaron
se quema con fuego.
Todos nuestros lugares placenteros están despojados.
12 ¿Te vas a contener por estas cosas, Yahvé?
¿Guardarás silencio y nos castigarás muy severamente?