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“Porque he aquí que llega el día, ardiente como un horno, en que todos los soberbios y todos los que obran la maldad serán rastrojos. El día que viene los quemará”, dice el Señor de los Ejércitos, “de modo que no les dejará ni raíz ni rama. Pero a ustedes, los que temen mi nombre, les saldrá el sol de la justicia con la curación en sus alas. Saldréis y saltaréis como terneros de la cuadra. Aplastaréis a los impíos, porque serán cenizas bajo las plantas de vuestros pies en el día que yo haga”, dice el Señor de los Ejércitos.
“Acuérdate de la ley de Moisés, mi siervo, que le ordené en Horeb para todo Israel, los estatutos y las ordenanzas.
He aquí que os envío al profeta Elías antes de que llegue el día grande y terrible de Yahvé. Él hará que los corazones de los padres se vuelvan hacia los hijos y los corazones de los hijos hacia sus padres, no sea que yo venga y golpee la tierra con una maldición.”