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El día de la venganza
¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con ropas enrojecidas, éste de ropa hermosa que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo con justicia, grande para salvar. ¿Por qué tu manto está rojo y tu ropa como la del que pisó en el lagar?
Yo solo pisé el lagar, y ninguno de los pueblos estuvo conmigo. Los aplasté con mi ira y los pisoteé con mi furor. Su sangre salpicó mis mantos y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y vino el año de mis redimidos. Miré, y no había quien ayudara. Me asombré de que no había quien ayudara. Entonces me salvó mi propio brazo y me sostuvo mi ira. Pisoteé pueblos con mi ira. Los embriagué con mi furor y derramé su sangre en la tierra.
Bondad de Yavé
Recordaré las misericordias de Yavé, las alabanzas de Yavé, según todo lo que Yavé hizo por nosotros, y su gran bondad hacia la Casa de Israel, que Él les concedió según su compasión y la abundancia de sus misericordias. Pues dijo: Ciertamente ellos son mi pueblo, hijos que no mienten. Él fue el Salvador de ellos. Él fue angustiado en toda angustia de ellos. El Ángel de su Presencia los salvó. Por su amor y su clemencia los redimió, y los cargó todos los días de la antigüedad.
10 Pero ellos se rebelaron y entristecieron a su Espíritu Santo, por lo cual se volvió su enemigo. Él mismo combatió contra ellos.
11 Entonces recordó los días antiguos de su esclavo Moisés y de su pueblo, y dijo: ¿Dónde está el que los sacó del mar con el pastor de su rebaño? ¿Dónde está el que puso su Espíritu Santo en él, 12  el que envió su glorioso brazo para que estuviera a la mano derecha de Moisés y lo guió con su brazo glorioso, el que dividió el mar ante ellos y se ganó renombre eterno, 13  el que los condujo por el fondo del mar, como se conduce el caballo por el desierto sin tropezar?
14 El Espíritu de Yavé les dio reposo así como al ganado que baja al valle. Así condujiste a tu pueblo para darte un Nombre glorioso.
Reclamo del profeta Isaías
15 Mira desde el cielo y contempla desde tu santa y gloriosa morada. ¿Dónde están tu celo y tus obras poderosas? ¿Se estrecharon la conmoción de tu corazón y tu compasión hacia mí? 16 Pero Tú eres nuestro Padre. Aunque Abraham nos ignora e Israel no nos reconoce, Tú, oh Yavé, eres nuestro Padre. Redentor nuestro, desde la eternidad es tu Nombre.
17 ¿Por qué, oh Yavé, nos dejas desviar de tus caminos y endureces nuestro corazón a tu temor? Regresa por amor a tus esclavos, las tribus de tu heredad. 18 Por poco tiempo tu pueblo santo poseyó tu Santuario. Nuestros enemigos lo pisotearon. 19 Somos como aquellos sobre quienes Tú nunca señoreaste, sobre los cuales nunca fue invocado tu Nombre.