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LAS moscas muertas hacen heder y dar mal olor el ungüento del perfumador: así un poco de necedad, al estimado por sabiduría y honra.
El corazón del sabio está a su mano derecha; mas el corazón del necio a su mano izquierda.
Y aun mientras va el necio por el camino, fáltale su cordura, y dice a todos, que es necio.
Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la lenidad hará cesar grandes ofensas.
Hay un mal que debajo del sol he visto, a manera de error ema­nado del príncipe:
La necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.
siervos en caballos, y prínci­pes que andaban como siervos sobre la tierra.
El que hiciere el hoyo caerá en él; y el que aportillare el vallado, morderále la serpiente.
El que mudare las piedras, tra­bajo tendrá en ellas: el que corta­re la leña, en ella peligrará.
10 Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza: empero excede la bondad de la sabiduría.
11 Muerde la serpiente cuando no está encantada, y el lenguaraz no es mejor.
12 Las palabras de la boca del sabio son gracia; mas los labios del necio causan su propia ruina.
13 El principio de las palabras de su boca es necedad; y el fin de su charla nocivo desvarío.
14 El necio multiplica palabras: no sabe hombre lo que ha de ser; ¿y quién le hará saber lo que des­pués de él será?
15 El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben por dónde ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes comen de mañana!
17 ¡Bienaventurada, tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, por refección, y no por el beber!
18 Por la pereza se cae la techumbre, y por flojedad de manos se llueve la casa.
19 Por el placer se hace el convi­te, y el vino alegra los vivos: y el dinero responde a todo.
20 Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en los secre­tos de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo lle­varán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.