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Y CLAMÓ en mis oídos con gran voz, diciendo: Los visitadores de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir.
Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que está vuelta al norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vesti­do de lienzos, el cual traía a su cintura una escribanía de escriba­no; y entrados, paráronse junto al altar de latón.
Y la gloria del Dios de Israel se alzó de sobre el querubín sobre el cual había estado, al umbral de la casa: y él llamó al varón vestido de lienzos, que tenía a su cintura la escribanía de escriba­no.
Y díjole el SEÑOR: Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una marca en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.
Y a los otros dijo a mis oídos: Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia.
Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no lle­garéis; y habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban delante del templo.
Y díjoles: Contaminad la casa, y henchid los atrios de muertos: salid. Y salieron, e hirieron en la ciudad.
Y aconteció que, habiéndolos herido, yo quedé y postréme sobre mi rostro, y clamé, y dije: ¡Ah, Señor DIOS! ¿has de des­truir todo el resto de Israel derra­mando tu furor sobre Jerusalem?
Y díjome: La maldad de la casa de Israel y de Judá es grande sobremanera, pues la tierra está llena de sangres, y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: Dejado ha el SEÑOR la tierra, y el SEÑOR no ve.
10 Así pues, yo, mi ojo no per­donará, ni tendré misericordia: el camino de ellos tornaré sobre su cabeza.
11 Y he aquí que el varón vestido de lienzos, que tenía la escribanía a su cintura, respondió una pala­bra diciendo: Hecho he confor­me a todo lo que me mandaste.