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CONVIÉRTETE, oh Israel, al SEÑOR tu Dios: porque por tu pecado has caído.
Tomad con vosotros palabras, y convertíos al SEÑOR, y decidle: Quita toda iniquidad, y recíbenos con gracia, y daremos becerros de nuestros labios.
No nos librará Asur; no subi­remos sobre caballos, ni nunca más diremos a la obra de nues­tras manos: Dioses nuestros: por­que en ti el huérfano alcanzará misericordia.
Yo medicinaré su rebelión, amarélos de voluntad: porque mi furor se apartó de ellos.
Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano.
Extenderse han sus ramos, y será su gloria como la de la oliva, y olerá como el Líbano.
Volverán, y se sentarán bajo de su sombra: serán vivificados como trigo, y florecerán como la vid: su olor, como de vino del Líbano.
Efraím dirá: ¿Qué más ten­dré ya con los ídolos? Yo lo oiré, y miraré; yo seré a él como la haya verde: de mí será hallado tu fruto.
¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa? Porque los caminos del SEÑOR son derechos, y los justos andarán por ellos: mas los rebeldes en ellos caerán.