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CARGA de Tiro. Aullad naves de Tarsis, porque destruída es hasta no quedar casa, ni entrada: de la tierra de Quitim les es revelado.
Callad, moradores de la isla, mercader de Sidón, que pasando el mar te henchían.
Su provisión era de las semen­teras que crecen con las muchas aguas del Nilo, de la mies del río. Fue también feria de naciones.
Avergüénzate, Sidón, porque el mar, la fortaleza del mar habló, diciendo: Nunca estuve de parto, ni parí, ni crié mancebos, ni levanté vírgenes.
En llegando la fama a Egipto, tendrán dolor de las nuevas de Tiro.
Pasaos a Tarsis; aullad, mora­dores de la isla.
¿No era ésta vuestra ciudad alegre, su antigüedad de muchos días? Sus pies la llevarán a pere­grinar lejos.
¿Quién decretó esto sobre Tiro la coronada, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra?
El SEÑOR de los ejércitos lo decretó, para envilecer la sober­bia de toda gloria; y para abatir todos los ilustres de la tierra.
10 Pasa cual río de tu tierra, oh hija de Tarsis; porque no tendrás ya más fortaleza.
11 Extendió su mano sobre el mar, hizo temblar los reinos: el SEÑOR mandó sobre Canaán que sus fuerzas sean debilitadas.
12 Y dijo: No te alegrarás más, oh tú, oprimida virgen hija de Sidón. Levántate para pasar a Quitim; y aun allí no tendrás reposo.
13 Mira la tierra de los Caldeos; este pueblo no era; Asur la fundó para los que habitaban en el desierto: levantaron sus forta­lezas, edificaron sus palacios; él la convirtió en ruinas.
14 Aullad, naves de Tarsis; porque destruída es vuestra fortale­za.
15 Y acontecerá en aquel día, que Tiro será puesta en olvido por setenta años, como días de un rey. Después de los setenta años, cantará Tiro canción como de ramera.
16 Toma arpa, y rodea la ciudad, oh ramera olvidada: haz buena melodía, reitera la canción, por­que tornes en memoria.
17 Y acontecerá, que al fin de los setenta años visitará el SEÑOR a Tiro: y tornaráse a su ganancia, y otra vez fornicará con todos los reinos de la tierra sobre la faz de la tierra.
18 Mas su negociación y su ganancia será consagrada al SEÑOR: no se guardará ni se ate­sorará, porque su negociación será para los que estuvieren delante del SEÑOR, para que coman hasta hartarse, y vistan honradamente.