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¿SACARÁS tú al leviatán con el anzuelo, o con la cuerda que le echares en su lengua?
¿Pondrás tú garfio en sus nari­ces, y horadarás con espinas su quijada?
¿Multiplicará él ruegos para contigo? ¿hablaráte él lisonjas?
¿Hará concierto contigo para que lo tomes por siervo perpe­tuo?
¿Jugarás tú con él como con pájaro, o lo atarás para tus niñas?
¿Harán de él banquete los com­pañeros? ¿partiránlo entre los mercaderes?
¿Podrás tú llenarle el cuero de garrochas, o con arpón de pesca­dores su cabeza?
Pon tu mano sobre él; te acor­darás de la batalla, y nunca más tornarás.
He aquí que la esperanza acer­ca de él será burlada: porque aun a su sola vista se desmayarán.
10 Nadie hay tan osado que lo despierte: ¿quién pues podrá estar delante de mí?
11 ¿Quién me ha anticipado, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío.
12 Yo no callaré sus miembros, ni lo de sus fuerzas y la gracia de su disposición.
13 ¿Quién descubrirá la delante­ra de su vestidura? ¿quién se lle­gará a él con freno doble?
14 ¿Quién abrirá las puertas de su rostro? Los órdenes de sus dientes espantan.
15  Sus escamas son su orgullo, cerrados entre estrechamente.
16 El uno se junta con el otro, que viento no entra entre ellos.
17 Pegado está el uno con el otro, están trabados entre sí, que no se pueden apartar.
18 Con sus estornudos encien­den lumbre, y sus ojos son como los párpados del alba.
19 De su boca salen hachas de fuego, centellas de fuego proce­den.
20 De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve.
21 Su aliento enciende los carbo­nes, y de su boca sale llama.
22 En su cerviz mora la fortale­za, y espárcese el desaliento delante de él.
23 Las partes momias de su carne están apretadas: están en él firmes, y no se mueven.
24 Su corazón es firme como una piedra, y fuerte como la muela de abajo.
25 De su grandeza tienen temor los fuertes, y a causa de su desfa­llecimiento hacen por purificar­se.
26 Cuando alguno lo alcanzare, ni espada, ni lanza, ni dardo, ni coselete durará.
27 El hierro estima por pajas, y el latón por leño podrido.
28 Saeta no le hace huir; las piedras de honda se le tornan aristas.
29 Tiene toda arma por hojaras­cas, y del blandir de la pica se burla.
30 Por debajo tiene agudas con­chas; imprime su agudez en el suelo.
31 Hace hervir como una olla la profunda mar, y tórnala como una olla de ungüento.
32 En pos de sí hace resplande­cer la senda, que parece que el abismo sea cano.
33 No hay sobre la tierra su semejante, hecho para nada temer.
34 Mira toda cosa alta: él es rey sobre todos los hijos de la soberbia.