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AHORA pues da voces, si habrá quien te responda; ¿y a cuál de los santos te volverás?
Es cierto que al necio la ira lo mata, y al codicioso consume la envidia.
Yo he visto al necio que echaba raíces, y en la misma hora maldi­je su habitación.
Sus hijos estarán lejos de la sal­vación, y en la puerta serán que­brantados, y no habrá quien los libre.
Su mies comerán los ham­brientos, y sacaránla de entre las espinas, y los sedientos beberán su hacienda.
Porque la iniquidad no sale del polvo, ni la molestia brota de la tierra.
Empero como las centellas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflic­ción.
Ciertamente yo buscaría a Dios, y depositaría en él mis negocios:
El cual hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas que no tienen cuento:
10 Que da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas por los campos:
11 Que pone los humildes en altura, y los enlutados son levan­tados a salvación:
12 Que frustra los pensamientos de los astutos, para que sus manos no hagan nada:
13 Que prende a los sabios en la astucia de ellos, y el consejo de los perversos es entontecido;
14 De día se topan con tinieblas, y en mitad de día andan a tientas como de noche:
15 Y libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos, y de la mano violenta;
16 Pues es esperanza al meneste­roso, y la iniquidad cerrará su boca.
17 He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga: por tanto no menosprecies la correc­ción del Todopoderoso.
18 Porque él es el que hace la llaga, y él la vendará: él hiere, y sus manos curan.
19 En seis tribulaciones te libra­rá, y en la séptima no te tocará el mal.
20 En el hambre te redimirá de la muerte, y en la guerra de las manos de la espada.
21 Del azote de la lengua serás encubierto; ni temerás de la des­trucción cuando viniere.
22 De la destrucción y del ham­bre te reirás, y no temerás de las bestias del campo:
23 Pues aun con las piedras del campo tendrás tu concierto, y las bestias del campo te serán pacífi­cas.
24 Y sabrás que hay paz en tu tienda; y visitarás tu morada, y no pecarás.
25 Asimismo echarás de ver que tu simiente es mucha, y tu prole como la hierba de la tierra.
26 Y vendrás en la vejez a la sepultura, como el montón de trigo que se coge a su tiempo.
27 He aquí lo que hemos inquiri­do, lo cual es así: óyelo, y juzga tú para contigo.