17
EL pecado de Judá escrito está con cincel de hierro, y con punta de diamante: esculpido está en la tabla de su corazón, y en los lados de vuestros altares;
Cuando sus hijos se acuerdan de sus altares y de sus bosques, junto a los árboles verdes y en los collados altos.
¡Oh mi montaña! tu hacienda en el campo y todos tus tesoros daré a saco, por el pecado de tus altos en todos tus términos.
Y habrá en ti cesación de tu heredad, la cual yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, para siempre arderá.
Así ha dicho el SEÑOR: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del SEÑOR.
Pues será como la retama en el desierto, y no verá cuando viniere el bien; sino que morará en las securas en el desierto, en tierra salada y deshabitada.
Bendito el varón que se fía en el SEÑOR, y cuya confianza es el SEÑOR.
Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viniere el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de hacer fruto.
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
10 Yo el SEÑOR, que escudriño el corazón, que pruebo los riño­nes, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
11 Como la perdiz que cubre huevos y no incuba, es el que allega riquezas, y no con justicia; en medio de sus días las dejará, y en su postrimería será insensato.
12 Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario.
13 ¡Oh SEÑOR, esperanza de Israel! todos los que te dejan, serán avergonzados; y los que de mí se apartan, serán escritos en el polvo; porque dejaron al SEÑOR, manantial de aguas vivas.
14 Sáname, oh SEÑOR, y seré sano; sálvame, y seré salvo: por­que tú eres mi alabanza.
15 He aquí que ellos me dicen: ¿Dónde está la palabra del SEÑOR? venga ahora.
16 Mas yo no me entrometí a ser pastor en pos de ti, ni deseé día de calamidad, tú lo sabes. Lo que de mi boca ha salido, fue en tu presencia.
17 No me seas tú por espanto: esperanza mía eres tú en el día malo.
18 Avergüéncense los que me persiguen, y no me avergüence yo; asómbrense ellos, y yo no me asombre: trae sobre ellos día malo, y quebrántalos con doble quebrantamiento.
19 Así me ha dicho el SEÑOR: Ve, y ponte a la puerta de los hijos del pueblo, por la cual entran y salen los reyes de Judá, y a todas las puertas de Jerusalem,
20 Y diles: Oid la palabra del SEÑOR, reyes de Judá, y todo Judá, y todos los moradores de Jerusalem que entráis por estas puertas.
21 Así ha dicho el SEÑOR: Guardaos por vuestras vidas, y no traigáis carga en el día del sábado, para meter por las puer­tas de Jerusalem;
22 Ni saquéis carga de vuestras casas en el día del sábado, ni hagáis obra alguna: mas santifi­cad el día del sábado, como mandé a vuestros padres;
23 Mas ellos no oyeron, ni incli­naron su oído, antes endurecie­ron su cerviz, por no oír, ni reci­bir corrección.
24 Será empero, si vosotros me obedeciereis, dice el SEÑOR, no metiendo carga por las puertas de esta ciudad en el día del sábado, sino que santificaréis el día del sábado, no haciendo en él ningu­na obra;
25 Que entrarán por las puertas de esta ciudad, en carros y en caballos, los reyes y los príncipes que se sientan sobre el trono de David, ellos y sus príncipes, los varones de Judá, y los moradores de Jerusalem: y esta ciudad será habitada para siempre.
26 Y vendrán de las ciudades de Judá, y de los alrededores de Jerusalem, y de tierra de Benjamín, y de los campos, y del monte, y del sur, trayendo holocausto y sacrificio, y ofrenda e incienso, y trayendo sacrificio de alabanza a la casa del SEÑOR.
27 Mas si no me oyereis para santificar el día del sábado, y para no traer carga ni meterla por las puertas de Jerusalem en día de sábado, yo haré encender fuego en sus puertas, y consumi­rá los palacios de Jerusalem, y no se apagará.