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HIJO mío, si salieres fiador por tu amigo, si tocaste tu mano por el extraño,
Enlazado eres con las palabras de tu boca, y preso con las palabras de tu boca.
Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo: ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo.
No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento.
Escápate como el corzo de la mano del cazador, y como el ave de la mano del parancero.
Ve a la hormiga, oh perezoso, considera sus caminos, y sé sabio;
La cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor,
Prepara en el verano su comi­da, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿cuándo te levantarás de tu sueño?
10 Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para dormir:
11 Así vendrá tu pobreza como caminante, y tu necesidad como hombre de escudo.
12 El hombre perverso, el hom­bre depravado, anda en perversi­dad de boca;
13 Guiña de sus ojos, habla con sus pies, hace señas con sus dedos;
14 Perversidades hay en su cora­zón, anda pensando mal en todo tiempo; siembra discordia.
15 Por tanto su calamidad vendrá de repente; súbitamente será quebrantado, y no habrá reme­dio.
16 Estas seis cosas aborrece el SEÑOR, y aun siete son una abominación a él:
17 Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramado­ras de sangre inocente,
18 El corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies pre­surosos para correr al mal,
19 El testigo falso que habla mentiras, y el que siembra dis­cordias entre los hermanos.
20 Guarda, hijo mío, el manda­miento de tu padre, y no dejes la ley de tu madre:
21 Átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello.
22 Te guiarán cuando anduvie­res; cuando durmieres te guarda­rán; hablarán contigo cuando despertares.
23 Porque el mandamiento es una lámpara, y la ley es luz; y camino de vida son las reprensiones de la instrucción:
24 Para que te guarden de la mala mujer, de la blandura de la lengua de la extraña.
25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus párpados:
26 Porque a causa de la mujer ramera es reducido el hombre a un bocado de pan; y la adúltera caza la vida preciosa.
27 ¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos se quemen?
28 ¿Andará el hombre sobre las brasas, sin que sus pies se quemen?
29 Así el que entrare a la esposa de su prójimo; no será inocente cualquiera que la tocare.
30 No tienen en poco al ladrón, cuando hurtare para saciar su alma teniendo hambre:
31 Pero si es hallado, restaurará los siete tantos, dará toda la sustancia de su casa.
32  Pero el que comete adulterio con una mujer, es falto de entendi­miento: destruye su propia alma el que tal hace.
33 Plaga y vergüenza hallará; y su reproche nunca será raído.
34 Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza.
35 No aceptará ningún rescate; ni querrá perdonar, aun­que multipliques los dones.