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Al Músico principal: Salmo de David, siervo del SEÑOR.
LA iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos.
Lisonjéase, por tanto, en sus propios ojos, hasta que su iniqui­dad sea hallada aborrecible.
Las palabras de su boca son iniquidad y fraude; no quiso entender para bien hacer.
Iniquidad piensa sobre su cama; está en camino no bueno, el mal no aborrece.
Oh SEÑOR, hasta los cielos es tu misericordia; tu verdad hasta las nubes.
Tu justicia como los montes de Dios, tus juicios abismo grande: oh SEÑOR, al hombre y al ani­mal conservas.
¡Cuán ilustre, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.
Serán completamente saciados de la grosura de tu casa; y tú los harás beber del río de tus deli­cias.
Porque contigo está el manan­tial de la vida: en tu luz veremos la luz.
10 Extiende tu misericordia a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón.
11 No venga contra mí pie de soberbia; y mano de impíos no me mueva.
12 Allí cayeron los obradores de iniquidad; fueron rempujados, y no pudieron levantarse.