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DESPUÉS de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib rey de los Asirios, entró en Judá, y asentó campo contra las ciudades fuertes, y determinó de tomarlas por asalto.
Viendo pues Ezequías la veni­da de Senaquerib, y su aspecto de combatir a Jerusalem,
Tuvo su consejo con sus prín­cipes y con sus valerosos, sobre cegar las fuentes de las aguas que estaban fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.
Juntóse pues mucho pueblo, y cegaron todas las fuentes, y el arroyo que derrama por en medio del territorio, diciendo: ¿Por qué han de hallar los reyes de Asiria muchas aguas cuando vinieren?
Alentóse así Ezequías, y edifi­có todos los muros caídos, e hizo alzar las torres, y otro muro por de fuera: fortificó además a Milo en la ciudad de David, e hizo muchas espadas y paveses.
Y puso capitanes de guerra sobre el pueblo, e hízolos reunir así en la plaza de la puerta de la ciudad, y hablóles al corazón de ellos, diciendo:
Esforzaos y confortaos; no temáis, ni hayáis miedo del rey de Asiria, ni de toda su multitud que con él viene; porque más son con nosotros que con él.
Con él es el brazo de carne, mas con nosotros el SEÑOR nuestro Dios para ayudarnos, y pelear nuestras batallas. Y afir­móse el pueblo sobre las pala­bras de Ezequías rey de Judá.
Después de esto Senaquerib rey de los Asirios, estando él sobre Laquis y con él toda su potencia, envió sus siervos a Jerusalem, para decir a Ezequías rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalem:
10 Así ha dicho Senaquerib rey de los Asirios: ¿En quién confiáis vosotros para estar cercados en Jerusalem?
11 ¿No os engaña Ezequías para entregaros a muerte, a hambre, y a sed, diciendo: el SEÑOR nues­tro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria?
12 ¿No es Ezequías el que ha quitado sus altos y sus altares, y dijo a Judá y a Jerusalem: Delante de este solo altar adora­réis, y sobre él quemaréis perfu­me?
13 ¿No habéis sabido lo que yo y mis padres hemos hecho a todos los pueblos de la tierra? ¿Pudieron los dioses de las naciones de las tierras librar su tierra de mi mano?
14 ¿Qué dios hubo de todos los dioses de aquellas naciones que destruyeron mis padres, que pudiese salvar su pueblo de mis manos? ¿Por qué podrá vuestro Dios libraros de mi mano?
15 Ahora pues, no os engañe Ezequías, ni os persuada tal cosa, ni le creáis; que si ningún dios de todas aquellas naciones y reinos pudo librar su pueblo de mis manos, y de las manos de mis padres, ¿cuánto menos vuestro Dios os podrá librar de mi mano?
16 Y otras cosas hablaron sus siervos contra el Dios el SEÑOR, y contra su siervo Ezequías.
17 Además de todo esto escribió letras en que blasfemaba al SEÑOR el Dios de Israel, y hablaba contra él, diciendo: Como los dioses de las naciones de los países no pudieron librar su pueblo de mis manos, tampoco el Dios de Ezequías librará al suyo de mis manos.
18 Y clamaron a gran voz en judaico al pueblo de Jerusalem que estaba en los muros, para espantarlos y ponerles temor, para tomar la ciudad.
19 Y hablaron contra el Dios de Jerusalem, como contra los dio­ses de los pueblos de la tierra, obra de manos de hombres.
20 Mas el rey Ezequías, y el pro­feta Isaías hijo de Amós, oraron por esto, y clamaron al cielo.
21 Y el SEÑOR envió un ángel, el cual hirió a todo valiente y esforzado, y a los jefes y capita­nes en el campo del rey de Asiria. Volvióse por tanto con vergüen­za de rostro a su tierra; y entran­do en el templo de su dios, allí lo mataron a espada los que habían salido de sus entrañas.
22 Así salvó el SEÑOR a Ezequías y a los moradores de Jerusalem de las manos de Senaquerib rey de Asiria, y de las manos de todos: y preservó­los de todas partes.
23 Y muchos trajeron ofrenda al SEÑOR a Jerusalem, y a Ezequías rey de Judá, ricos dones; y fue muy grande delante de todas las naciones después de esto.
24 En aquel tiempo Ezequías enfermó de muerte: y oró al SEÑOR, el cual le respondió, y dióle una señal.
25 Mas Ezequías no pagó conforme al bien que le había sido hecho: antes se enalteció su cora­zón, y fue la ira contra él, y con­tra Judá y Jerusalem.
26 Empero Ezequías, después de haberse engreído su corazón, se humilló, él y los moradores de Jerusalem; y no vino sobre ellos la ira del SEÑOR en los días de Ezequías.
27 Y tuvo Ezequías riquezas y gloria mucha en gran manera; e hízose de tesoros de plata y oro, de piedras preciosas, de aromas, de escudos, y de todas alhajas de desear;
28 Asimismo depósitos para las rentas del grano, del vino, y acei­te; establos para toda suerte de bestias, y majadas para los gana­dos.
29 Hízose también ciudades, y hatos de ovejas y de vacas en gran copia; porque Dios le había dado mucha hacienda.
30 Este Ezequías tapó los mana­deros de las aguas de Gihón la de arriba, y encaminólas abajo al occidente de la ciudad de David. Y fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo.
31 Empero en lo de los embaja­dores de los príncipes de Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que había acaecido en aquella tierra, Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón.
32 Lo demás de los hechos de Ezequías, y de sus misericordias, he aquí todo está escrito en la profecía de Isaías profeta, hijo de Amós, en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
33 Y durmió Ezequías con sus padres, y sepultáronlo en los más insignes sepulcros de los hijos de David, honrándole en su muerte todo Judá y los de Jerusalem: y reinó en su lugar Manasés su hijo.