14
Y CONOCIENDO Joab hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalom,
Envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y díjole: Yo te ruego que te enlutes, y te vis­tas de ropas de luto, y no te unjas con óleo, antes como mujer que ha mucho tiempo que trae luto por algún muerto;
Y entrando al rey, habla con él de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca.
Entró pues aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro hizo reve­rencia, y dijo: Oh rey, salva.
Y el rey dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo a la verdad soy una mujer viuda y mi marido es muerto.
Y tu sierva tenía dos hijos y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los despartiese, hirió el uno al otro, y matólo.
Y he aquí toda la parentela se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y quitemos tam­bién el heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra.
Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, que yo mandaré acerca de ti.
Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la maldad sea sobre y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sin culpa.
10 Y el rey dijo: Al que hablare contra ti, tráelo a mí, que no te tocará más.
11 Dijo ella entonces: Ruégote, oh rey, que te acuerdes del SEÑOR tu Dios, que no dejes a los cercanos de la sangre aumen­tar el daño con destruir a mi hijo. Y él respondió: Vive el SEÑOR, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra.
12 Y la mujer dijo: Ruégote que hable tu criada una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla.
13 Entonces la mujer dijo: ¿Por qué pues piensasotro tanto contra el pueblo de Dios? que hablando el rey esta palabra, es como culpado, por cuanto el rey no hace volver a su fugitivo.
14 Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse: ni Dios hace acepción de persona, sino que arbitra medio para que su desviado no sea de él exclui­do.
15 Y que yo he venido ahora para decir esto al rey mi señor, es por­que el pueblo me ha puesto miedo. Mas tu sierva dijo: Hablaré ahora al rey: quizá él hará lo que su sierva diga.
16 Pues el rey oirá, para librar a su sierva de mano del hombre que me quiere raer a mí, y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios.
17 Tu sierva pues dice: Que sea ahora la respuesta de mi señor el rey para descanso; pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para escuchar lo bueno y lo malo. Así el SEÑOR tu Dios sea contigo.
18 Entonces él respondió, y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey.
19 Y el rey dijo: ¿No ha sido la mano de Joab contigo en todas estas cosas? Y la mujer respon­dió y dijo: Vive tu alma, rey señor mío, que no hay que apar­tarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado: porque tu siervo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras;
20 Y que trocara la forma de las palabras, Joab tu siervo lo ha hecho: mas mi señor es sabio, conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra.
21 Entonces el rey dijo a Joab: He aquí yo hago esto: ve, y haz volver al mozo Absalom.
22 Y Joab se postró en tierra sobre su rostro, e hizo reveren­cia, y después que bendijo al rey, dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío; pues que ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho.
23 Levantóse luego Joab, y fue a Gesur, y volvió a Absalom a Jerusalem.
24 Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y vol­vióse Absalom a su casa, y no vio el rostro del rey.
25 Y no había en todo Israel hombre tan hermoso como Absalom, de alabar en gran manera: desde la planta de su pie hasta la mollera no había en él defecto.
26 Y cuando se cortaba el cabe­llo, (lo cual hacía al fin de cada año, pues le causaba molestia, y por eso se lo cortaba), pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos de peso real.
27 Y Naciéronle a Absalom tres hijos, y una hija que se llamó Tamar, la cual era hermosa de ver.
28 Y estuvo Absalom por espa­cio de dos años en Jerusalem, y no vio la cara del rey.
29 Y mandó Absalom por Joab, para enviarlo al rey; mas no quiso venir a él; ni aunque envió por segunda vez, quiso él venir.
30 Entonces dijo a sus siervos: Bien sabéis las tierras de Joab junto a mi lugar, donde tiene sus cebadas; id, y pegadles fuego; y los siervos de Absalom pegaron fuego a las tierras.
31 Levantóse por tanto Joab, y vino a Absalom a su casa, y díjo­le: ¿Por qué han puesto fuego tus siervos a mis tierras?
32 Y Absalom respondió a Joab: He aquí, yo he enviado por ti, diciendo que vinieses acá, a fin de enviarte yo al rey a que le dijeses: ¿Para qué vine de Gesur? mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora la cara del rey; y si hay en pecado, máte­me.
33 Vino pues Joab al rey, e hízo­selo saber. Entonces llamó a Absalom, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey: y el rey besó a Absalom.