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Y ACONTECIÓ en el año cuarto del rey Darío, que vino la palabra del SEÑOR a Zacarías a los cuatro del mes noveno, que es Quisleu;
Cuando fue enviado a la casa de Dios, Saraser, con Regem-melec y sus hombres, a implo­rar el favor del SEÑOR,
Y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa del SEÑOR de los ejércitos, y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años?
Vino pues a la palabra del SEÑOR de los ejércitos, dicien­do:
Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayu­nado para mí?
Y cuando coméis y bebéis, ¿no coméis y bebéis para vosotros?
¿No oiréis las palabras que proclamó el SEÑOR por medio de los profetas primeros, cuando Jerusalem estaba habitada y próspera, y sus ciudades en sus alrededores, y el sur y la campiña estaban habitados?
Y vino la palabra del SEÑOR a Zacarías, diciendo:
Así habló el SEÑOR de los ejércitos, diciendo: Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad cada cual con su herma­no:
10 No oprimáis a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero, ni al pobre; ni ninguno maquinéis mal en su corazón contra su herma­no.
11 Empero no quisieron escu­char, antes dieron hombro rebe­lado, y agravaron sus oídos para no oír:
12 Y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que el SEÑOR de los ejércitos enviaba por su espíritu, por mano de los profetas prime­ros: fue, por tanto, hecho grande castigo por el SEÑOR de los ejércitos.
13 Y aconteció que como él clamó, y no escucharon, así ellos clamaron, y yo no escuché, dice el SEÑOR de los ejércitos;
14 Antes los esparcí con torbelli­no por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue deso­lada tras de ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues tor­naron en asolamiento el país deseable.