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Y HABÍA cierto varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía que se llamaba la Italiana,
Piadoso, y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y que oraba a Dios siempre.
Éste vio en visión manifiestamente, como a la hora novena del día, a un ángel de Dios que entraba a él, y le decía: Cornelio.
Y él, puestos en él los ojos, espantado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria delante de Dios.
Envía pues ahora varones a Jope, y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro.
Éste posa en casa de un cierto Simón, curtidor, que tiene su casa junto al mar: él te dirá lo que debes hacer.
Y cuando el ángel que hablaba a Cornelio se fue, llamó a dos de sus criados, y a un soldado devoto de los que le servían constantemente.
A los cuales, después de habérselo contado todo, los envió a Jope.
Y al día siguiente, yendo ellos de camino, y llegando cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar, cerca de la hora de sexta.
10 Y aconteció que le vino una grande hambre, y quiso comer, y aparejándoselo ellos, él cayó en un éxtasis.
11 Y vio el cielo abierto, y que descendía a él cierto vaso, como un gran lienzo, que atado de los cuatro cabos fue abajado del cielo a la tierra:
12 En el cual había de todos los animales cuadrúpedos de la tierra, y fieras, y reptiles, y aves del cielo.
13 Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
14 Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común, ni inmunda, he comido jamás.
15 Y volvió la voz a decirle la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames común.
16 Y esto fue hecho por tres veces; y el vaso volvió a ser recogido en el cielo.
17 Y estando Pedro dudando dentro de , que sería la visión que había visto, he aquí, los varones que habían sido enviados de Cornelio, habían preguntado por la casa de Simón, y estaban de pie ante la puerta.
18 Y llamando, preguntaron si Simón, que tenía por sobrenombre Pedro, posaba allí.
19 Y estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres varones te buscan.
20 Levántate pues, y desciende, y vete con ellos no dudando nada: porque yo los he enviado.
21 Entonces Pedro, descendió a los varones que le eran enviados por Cornelio y dijo: He aquí, yo soy el que buscáis: ¿cuál es la causa porque habéis venido?
22 Y ellos dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo, y temeroso de Dios, y de buen testimonio entre toda la nación de los judíos, fue avisado de Dios por un santo ángel, de hacerte venir a su casa, y oír palabras de ti.
23 Él pues, los invitó a entrar, y los hospedó: Y el día siguiente Pedro se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
24 Y al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo llamado a sus parientes, y a los amigos más íntimos.
25 Y como Pedro entraba, Cornelio le salió a recibir; y cayendo a sus pies, le adoró.
26 Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, que yo mismo también soy hombre.
27 Y hablando con él, entró; y halló a muchos que se habían juntado.
28 Y les dijo: Vosotros sabéis bien, que no es lícito a un hombre judío juntarse, o llegarse a uno de otra nación; mas me ha mostrado Dios, que a ningún hombre llame común o inmundo.
29 Por lo cual, siendo llamado he venido sin contradecir. Así que pregunto, ¿por qué causa me habéis enviado a llamar?
30 Entonces Cornelio dijo: Cuatro días ha que a esta hora yo estaba ayunando; y a la hora novena estando orando en mi casa, he aquí, un varón se puso de pie delante de en vestidura resplandeciente,
31 Y dijo: Cornelio, tu oración es oída, y tus limosnas han venido en memoria a la presencia de Dios.
32 Envía pues a Jope, y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro: éste posa en casa de Simón, curtidor, junto al mar, el cual habiendo venido, te hablará.
33 Así que, envié inmediatamente a ti; y has hecho bien viniendo. Ahora pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios te ha mandado.
34 Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: En verdad percibo que Dios no hace acepción de personas:
35 Sino que de cualquiera nación, el que le teme y obra justicia, es de su agrado.
36 La palabra que Dios envió a los hijos de Israel, predicando la paz por Cristo Jesús: (éste es el Señor de todos:)
37 La cual palabra, vosotros sabéis, que fue publicada por toda Judea, comenzando desde Galilea después del bautismo que Juan predicó;
38 Cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret, con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien, y sanando a todos los que estaban oprimidos del diablo; porque Dios era con él.
39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos, y en Jerusalem; al cual mataron colgándole en un madero.
40 A éste Dios le resucitó al tercer día, e hizo que apareciese manifiestamente:
41 No a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios antes había escogido, es a saber, a nosotros, que comimos, y bebimos juntamente con él, después que resucitó de entre los muertos.
42 Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y de muertos.
43 A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán remisión de pecados en su nombre.
44 Estando aún hablando Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra.
45 Y se espantaron los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
46 Porque los oían hablar en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces Pedro respondió:
47 ¿Puede alguien impedir el agua, para que no sean bautizados éstos, que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?
48 Y les mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor. Y le rogaron que se quedase por algunos días.