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Y HABITÓ Jacob en la tierra donde peregrinó su padre, en la tierra de Canaán.
Éstas son las generaciones de Jacob. José, siendo de edad de diez y siete años apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha, y con los hijos de Zilpa, esposas de su padre: y noticiaba José a su padre la mala fama de ellos.
Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque él era el hijo de su vejez: y le hizo una ropa de diversos colores.
Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, aborrecíanle, y no le podían hablar pacíficamente.
Y soñó José un sueño, y contó­lo a sus hermanos; y ellos vinie­ron a aborrecerle más todavía.
Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado:
He aquí, estabamos en el campo atando los manojos, y he aquí, mi manojo se levantaba, y estaba derecho, y vuestros manojos estaban alrededor, y se inclinaban al mío.
Y respondiéronle sus herma­nos: ¿Has de reinar tú sobre nosotros, o te has de enseñorear sobre nosotros? Y le aborrecie­ron aún más a causa de sus sue­ños y de sus palabras.
Y soñó aún otro sueño, y con­tólo a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclina­ban a .
10 Y contólo a su padre y a sus hermanos: y su padre le repren­dió, y díjole: ¿Qué sueño es éste que soñaste? ¿Hemos de venir yo y tu madre, y tus hermanos, a inclinarnos a ti a tierra?
11 Y sus hermanos le tenían envidia; pero su padre observaba el dicho.
12 Y fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem.
13 Y dijo Israel a José: ¿No apacientan tus hermanos el rebaño en Siquem? Ven, y te enviaré a ellos. Y él le dijo: Heme aquí.
14 Y él le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la res­puesta. Y enviólo del valle de Hebrón, y llegó a Siquem.
15 Y hallólo un hombre, andan­do él perdido por el campo, y preguntóle aquel hombre, dicien­do: ¿Qué buscas?
16 Y él dijo: Busco a mis hermanos: ruégote que me digas dónde pastan.
17 Y aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; yo les decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y hallólos en Dotán.
18 Y como ellos lo vieron de lejos, antes que cerca de ellos lle­gara, proyectaron contra él para matarle.
19 Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador;
20 Ahora pues, venid, y maté­moslo y echémosle en una cister­na, y diremos: Alguna mala bes­tia le devoró: y veremos qué serán sus sueños.
21 Y como Rubén oyó esto, librólo de sus manos, y dijo: No lo matemos.
22 Y les dijo Rubén: No derra­méis sangre; echadlo en este pozo que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para entregarlo a su padre.
23 Y sucedió que, cuando llegó José a sus hermanos, ellos hicie­ron desnudar a José su ropa, la ropa de diversos colores que tenía sobre ;
24 Y tomáronlo, y echáronle en la cisterna; mas la cisterna estaba vacía, no había en ella agua.
25 Y sentáronse a comer pan: y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus came­llos traían aromas y bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto.
26 Entonces Judá dijo a sus her­manos: ¿Qué provecho es que matemos a nuestro hermano y encubramos su sangre?
27 Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano y nuestra carne. Y sus her­manos acordaron con él.
28 Y como pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y trajé­ronle arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.
29 Y Rubén volvió a la cisterna, y no halló a José dentro, y rasgó sus vestiduras.
30 Y tornó a sus hermanos, y dijo: El mozo no aparece; y yo, ¿adónde iré yo?
31 Entonces tomaron ellos la ropa de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la ropa con la sangre;
32 Y enviaron la ropa de diversos colores y trajéronla a su padre, y dijeron: Ésta hemos hallado, reconoce ahora si es o no la ropa de tu hijo.
33 Y él la conoció, y dijo: La ropa de mi hijo es; alguna mala bestia le devoró; José ha sido despedazado.
34 Entonces Jacob rasgó sus vestiduras, y puso saco sobre sus lomos, y enlutóse por su hijo muchos días.
35 Y levantáronse todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso tomar consola­ción, y dijo: Porque yo tengo de descender a mi hijo enlutado hasta la sepultura. Y llorólo su padre.
36 Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón y capitán de los de la guar­dia.