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Y MANDÓ José al mayordomo de su casa, diciendo: Hinche los costales de aquestos varones con alimentos, cuanto pudieren llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal:
Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José.
Venida la mañana, los hombres fueron despedidos con sus asnos.
Habiendo ellos salido de la ciu­dad, de la que aun no se habían alejado, dijo José a su mayordo­mo: Levántate, y sigue a esos hombres; y cuando los alcanza­res, diles: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien?
¿No es ésta la copa en la que bebe mi señor, y por la que suele adivi­nar? habéis hecho mal en lo que hicisteis.
Y como él los alcanzó díjoles estas palabras.
Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice mi señor tales cosas? No lo permita Dios que tus siervos hagan según esta cosa.
He aquí, el dinero que halla­mos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro?
Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor.
10 Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquél en quien se hallare, será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa.
11 Ellos entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada cual el costal suyo.
12 Y él buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín.
13 Entonces ellos rasgaron sus vestiduras, y cargó cada uno su asno, y volvieron a la ciudad.
14 Y llegó Judá con sus herma­nos a casa de José, que aun esta­ba allí, y postráronse delante de él en tierra.
15 Y díjoles José: ¿Qué obra es ésta que habéis hecho? ¿no sabéis que un hombre como yo sabe adivinar?
16 Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿qué habla­remos? ¿o con qué nos justifica­remos? Dios ha hallado la mal­dad de tus siervos: he aquí, noso­tros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquél en cuyo poder fue hallada la copa.
17 Y él respondió: No permita Dios que yo haga tal: sino el varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre.
18 Entonces Judá se llegó a él, y dijo: Ay señor mío, ruégote que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encien­da tu enojo contra tu siervo, pues queeres como Faraón.
19 Mi señor preguntó a sus sier­vos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano?
20 Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un padre ancia­no, y un mozo que le nació en su vejez, pequeño aún; y un herma­no suyo murió, y él quedó solo de su madre, y su padre lo ama.
21 Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él.
22 Y nosotros dijimos a mi señor: El mozo no puede dejar a su padre, porque si le dejare, su padre morirá.
23 Y dijiste a tus siervos: Si vues­tro hermano menor no descendie­re con vosotros, no veáis más mi rostro.
24 Aconteció pues, que como llegamos a mi padre tu siervo, contámosle las palabras de mi señor.
25 Y dijo nuestro padre: Volved, y compradnos un poco de alimento.
26 Y nosotros respondimos: No podemos ir: si nuestro hermano fuere con nosotros, iremos; por­que no podemos ver el rostro del varón, si nuestro hermano el menor no estuviere con nosotros.
27 Entonces tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me parió mi esposa;
28 Y el uno salió de conmigo, y pienso de cierto que fue despeda­zado, y hasta ahora no le he visto;
29 Y si tomareis también éste de delante de mí, y le aconteciere algún desastre, haréis descender mis canas con dolor a la sepultu­ra.
30 Ahora, pues, cuando llegare yo a tu siervo mi padre, y el mozo no fuere conmigo, como su alma está ligada al alma de él,
31 Sucederá que cuando no vea al mozo, morirá: y tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor a la sepultura.
32 Como tu siervo salió por fia­dor del mozo con mi padre, diciendo: Si no te lo volviere, entonces yo seré culpable para mi padre por siempre;
33 Ruégote por tanto que quede ahora tu siervo por el mozo por siervo de mi señor, y que el mozo vaya con sus hermanos.
34 Porque ¿cómo iré yo a mi padre si el mozo no está conmigo? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre.