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Y AÑADIÓ Eliú, y dijo:
Espérame un poco, y enseñarte he; porque todavía tengo razones en orden a Dios.
Tomaré mi conocimiento de lejos, y atribuiré justicia a mi Hacedor.
Porque de cierto no son menti­ra mis palabras; contigo está el que es perfecto en su conocimiento.
He aquí que Dios es grande, mas no desestima a nadie; es poderoso en fuerza de sabiduría.
No otorgará vida al impío y a los afligidos dará su derecho.
No quitará sus ojos del justo; antes bien con los reyes los pon­drá en solio para siempre, y serán ensalzados.
Y si estuvieren prendidos en grillos, y aprisionados en las cuerdas de aflicción,
Él les dará a conocer la obra de ellos, y que prevalecieron sus rebeliones.
10 Despierta además el oído de ellos para la corrección, y díceles que se conviertan de la iniqui­dad.
11 Si obedecieren, y le sirvieren, aca­barán sus días en prosperidad, y sus años en placeres.
12 Mas si no obedecieren, serán pasa­dos a espada, y perecerán sin conocimiento.
13 Pero los hipócritas de corazón lo irritarán más, y no clamarán cuando él los atare.
14 Fallecerá el alma de ellos en su mocedad, y su vida entre los sodomitas.
15 Al pobre librará de su pobre­za, y en la aflicción despertará su oído.
16 Asimismo te apartaría de la boca de la angustia a lugar espa­cioso, libre de todo apuro; y te asentará mesa llena de grosura.
17 Mas tú has llenado el juicio del impío, en vez de sustentar el juicio y la justicia.
18 Por lo cual teme que en su ira no te quite con golpe, el cual no puedas apartar de ti con gran res­cate.
19 ¿Hará él estima de tus rique­zas, ni del oro, ni de todas las fuerzas del poder?
20 No anheles la noche, en que desaparecen los pueblos de su lugar.
21 Guárdate, no tornes a la iniquidad; pues ésta escogiste más bien que la aflicción.
22 He aquí que Dios es excelso con su potencia; ¿qué enseñador semejante a él?
23 ¿Quién le ha prescrito su camino? ¿y quién le dirá: Iniquidad has hecho?
24 Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres.
25 Los hombres todos la ven; mírala el hombre de lejos.
26 He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos; ni se puede rastrear el número de sus años.
27 Él reduce las gotas de las aguas, al derramarse la lluvia según el vapor;
28 Las cuales destilan las nubes, goteando en abundancia sobre los hombres.
29 ¿Quién podrá tampoco comprender la extensión de las nubes, y el sonido estrepitoso de su pabellón?
30 He aquí que sobre él extiende su luz, y cobija con ella las raíces del mar.
31 Bien que por esos medios cas­tiga a los pueblos, a la multitud da comida.
32 Con las nubes encubre la luz, y mándale no brillar, interpo­niendo aquéllas.
33 Tocante a ella anunciará el trueno, su compañero, que hay acumulación de ira sobre el que se eleva.