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Luego el Señor le habló a Jonás por segunda vez: Ve de inmediato a la gran ciudad de Nínive, y anúnciales el mensaje que te doy”. Y Jonás hizo lo que Dios le dijo. Y se dirigió a Nínive, una ciudad que era tan grande,* que se necesitaban tres días para atravesarla de a pie. Jonás entró a la ciudad caminando por un día, y gritaba: “¡En cuarenta días Nínive será destruida!” Y el pueblo de Nínive creyó en Dios. Anunciaron ayuno, y todos los habitantes, desde el más grande hasta el más pequeño, se vistieron de silicio.
Cuando las noticias llegaron al rey de Nínive, éste se levantó de su trono, se quitó la túnica, se vistió de silicio y se sentó en cenizas. Entonces el rey y los nobles emitieron un mensaje a todo el pueblo de Nínive: “Ninguna persona, animal, rebaño de ovejas o bueyes comerá ni beberá nada. Cada persona y animal deberá vestir de silicio. Todos deben orar con sinceridad a Dios, renunciar a su maldad, y abandonar la violencia. ¿Quién sabrá si Dios cambia de parecer y se arrepiente? De pronto decida no destruirnos con su ira”.
10 Y Dios vio lo que habían hecho, y que abandonaron sus malos caminos, y cambió de parecer, y no llevó a cabo la destrucción que había anunciado.
* 3:3 Literalmente, “grande para Dios”. 3:5 Para mostrar su arrepentimiento. 3:8 Literalmente, “con fuerza”.