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DAD gracias al SEÑOR, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia.
Díganlo los redimidos del SEÑOR, los que ha redimido del poder del enemigo,
Y los ha congregado de las tie­rras, del oriente y del occidente, del norte y del mar.
Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin cami­no, no hallando ciudad de pobla­ción.
Hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos.
Habiendo empero clamado al SEÑOR en su angustia, librólos de sus aflicciones:
Y dirigiólos por camino dere­cho, para que viniesen a ciudad de población.
¡Oh que alaben al SEÑOR por su bondad, y sus maravillas para con los hijos de los hombres!
Porque sació al alma meneste­rosa, y llenó de bien al alma hambrienta.
10 Los que moraban en tinieblas y sombra de muerte, aprisiona­dos en aflicción y en hierros;
11 Por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Dios, y abo­rrecieron el consejo del Altísimo.
12 Por lo que quebrantó él con trabajo sus corazones, cayeron y no hubo quien les ayudase;
13 Luego que clamaron al SEÑOR en su angustia, librólos de sus aflicciones.
14 Sacólos de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones.
15 ¡Oh que alaben al SEÑOR por su bondad, y sus maravillas para con los hijos de los hombres!
16 Porque quebrantó las puertas de latón, y desmenuzó los cerrojos de hierro.
17 Los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades, fueron afligi­dos.
18 Su alma abominó toda vian­da, y llegaron hasta las puertas de la muerte.
19 Mas clamaron al SEÑOR en su angustia, y salvólos de sus aflicciones.
20 Envió su palabra, y curólos, y librólos de su ruina.
21 ¡Oh que alaben al SEÑOR por su bondad, y sus maravillas para con los hijos de los hombres!
22 Y sacrifiquen sacrificios de acción de gracias, y publiquen sus obras con júbilo.
23 Los que descienden al mar en navíos, y hacen negocio en las muchas aguas,
24 Ellos han visto las obras del SEÑOR, y sus maravillas en el profundo.
25 Él dijo, e hizo saltar el viento de la tempestad, que levanta sus ondas.
26 Suben al cielo, descienden a los abismos: sus almas se derri­ten con el mal.
27 Tiemblan, y titubean como borrachos, y todo su conocimien­to es perdido.
28 Claman empero al SEÑOR en su angustia, y líbralos de sus aflicciones.
29 Hace parar la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas.
30 Alégranse luego porque se reposaron; y él los guía al puerto que deseaban.
31 ¡Oh que alaben al SEÑOR por su bondad, y sus maravillas para con los hijos de los hombres!
32 Y ensálcenlo en la congrega­ción del pueblo; y en consistorio de ancianos lo alaben.
33 Él vuelve los ríos en desierto, y los manantiales de las aguas en secadales;
34 La tierra fructífera en salados, por la maldad de los que la habi­tan.
35 Vuelve el desierto en estan­ques de aguas, y la tierra seca en manantiales.
36 Y allí aposenta a los ham­brientos, y disponen ciudad para habitación;
37 Y siembran campos, y plantan viñas, y rinden crecido fruto.
38 Y los bendice, y se multipli­can en gran manera; y no dismi­nuye sus bestias.
39 Y luego son menoscabados y abatidos a causa de tiranía, de males y congojas.
40 Él derrama menosprecio sobre los príncipes, y les hace andar errados, vagabundos, sin camino:
41 Y levanta al pobre de la mise­ria, y hace multiplicar las fami­lias como rebaños de ovejas.
42 Vean los rectos, y alégrense; y toda maldad cierre su boca.
43 ¿Quién es sabio y guardará estas cosas, y entenderá las mise­ricordias del SEÑOR?