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Salmo de Asaf.
CIERTAMENTE bueno es Dios a Israel, a los limpios de corazón.
Mas yo, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos.
Porque tuve envidia de los insensatos, viendo la prosperidad de los impíos.
Porque no hay ataduras para su muerte; antes su fortaleza está entera.
No están ellos en el trabajo humano; ni son azotados con los otros hombres.
Por tanto soberbia los corona: cúbrense de vestido de violencia.
Sus ojos están salidos de grue­sos: logran con creces los antojos del corazón.
Soltáronse, y hablan con mal­dad de hacer violencia; hablan con altanería.
Ponen contra los cielos su boca, y su lengua pasea la tierra.
10 Por eso su pueblo vuelve aquí, y aguas de lleno les son exprimidas.
11 Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿y hay conocimiento en el Altísimo?
12 He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.
13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia;
14 Pues he sido azotado todo el día, y empezaba mi castigo por las mañanas.
15 Si dijera yo, Discurriré de esa suerte; he aquí habría negado la nación de tus hijos:
16 Pensaré pues para saber esto: es a mis ojos duro trabajo,
17 Hasta que venido al santuario de Dios, entenderé la postrimería de ellos.
18 Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer.
19 ¡Cómo han sido asolados! ¡cuán en un punto! Acabáronse, fenecieron con turbaciones.
20 Como sueño del que despier­ta, así, oh Señor, cuando desper­tares, menospreciarás sus apa­riencias.
21 Desazonóse a la verdad mi corazón, y en mis riñones sentía punzadas.
22 Mas yo era ignorante, y no entendía: Era como una bestia delante de ti.
23 Con todo, yo siempre estuve contigo: trabaste de mi mano derecha.
24 Hasme guiado según tu con­sejo, y después me recibirás en gloria.
25 ¿A quién tengo yo en el cielo si no a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón desfa­llecen: mas la fortaleza de mi corazón y mi porción es Dios para siem­pre.
27 Porque he aquí, los que se ale­jan de ti perecerán: tú cortarás a todo aquel que fornicando, de ti se aparta.
28 Y en cuanto a mí, el acercar­me a Dios es el bien: he puesto en el Señor DIOS mi esperanza, para contar todas tus obras.